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domingo, septiembre 07, 2008

Los Niños del Sol

inspirado en Pito (Descansa en Paz..) Febrero 27, 2000

Puede que tu casa ya no esté más habitada,
Incluso las sedas de tu alegría bailen afuera entrelazadas,
Tantas ganas, tanta gallardía despojada,
Olas de paz arremeten incesantes contra la hoguera.

A veces me pregunto el significado de la vida,
Si continuamente el Ouroboros juega con ella,
Unos están, otros se alejan, esa es la cita,
Para esa lagartija es simplemente morderse la cola y alejarse aprisa.

Es tan difícil capturar las ilusiones sobre el viento,
Y deseáramos acampar eternamente sobre las nubes,
Quitarnos las vendas y ocultarnos del tiempo,
Masticar fiambres de miel y atragantarnos de manjares.

Te vi saltar desde el horno y atravesar el umbral,
Te vi alejarte, sentado sobre un cisne,
Tu túnica agujereada despedía rayos de laureles,
Y mientras tú, hondeabas tus manos e iniciabas tu vuelo.

Yo te seguí corriendo sobre el lago,
Y poco a poco me fui hundiendo hacia lo hondo,
Sonreías sin mirar delante tu ondulante rumbo,
Hubiese preferido ser yo el que tocara fondo.

“No es nada” decías con voz petulante y entrecortada,
y te reías despiadadamente a hurtadillas,
tan solo atiné a lanzarte un sueño cronometrado,
Y me lo devolviste alegando que ya eras parte de sus manecillas.

Y ¿ Quién soy yo para robarme unas alas y cruzar el cielo?
¿Qué somos todos para pretender entender nuestros destinos?
¿Hacia dónde vamos? Le preguntamos al guardián de Zigurat,
“Es como llenar un vaso que no tiene fondo” responde.

“Vivir feliz es un poder interior del alma” escuché por ahí,
y le pregunté a un ángel fugado la diferencia entre la vida y la muerte,
“Los que están acá abajo son Los muertos penitentes,
Viejos decrépitos, angustiados del simple hecho de respirar”.

“En cambio ellos, los que se esconden bajo el sol,
son los vivos que juegan a soplar las nubes,
las risas de todos los días, la frescura del viento, la tibieza de Dios,
Ellos son Los niños del Sol”.

Un día oí detenerse el clamor del río,
Y sin querer me hallé frente a él,
Era un niño vestido de piel y cabellos crinados,
Cantaba con los ojos una melodía sentado en un corcel.

Me ofreció un cordero alado sobre una almohada,
Y señaló el bosque donde debía perpetuar mi conciencia,
Se guardó las alas y se puso sandalias de paja,
Me palpitó la espalda y cercenó mi inocencia

Y me sopló esperanzas vestidas de candor,
Me visitó en la noche y se sentó en mis ojos,
Me dijo sin hablar: “vivirás cuando hayas despertado de esta ilusión,
Cuando tu voz se quiebre, recuerda siempre esta oración”.
La perspectiva del autor

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