¡Qué sombras se apoderan de mi espina dorsal mientras las yagas de mi sentimiento raspan mi corazón!
No es más ardoroso el centro inferior de mi cuerpo sino mi vasta mente.
¡Ay, ay de mi espíritu que yace sobre el suelo mojado de los sueños sin poder oir nada más que el constante goteo de una lágrima!
Y no es más punzante la daga en mi pecho sino el péndulo que se mece encima de mi única existencia...de mi infinita y triste existencia.
Fui objeto de una creación inmerecida.
No he hecho venia alguna al señor de los cielos...en ocasiones he negado de El cegado por la sombra de la noche.
Y cada vez que el sol muere ¡Ay de mi! Siento el mundo rendirse a mis pies ya que soy la última criatura nocturna...y le temo a la luz.
La herida ha sanado gracias a la sangre virgen del cáliz lujurioso y he olvidado lo que fui...por un espacio breve he olvidado lo que fui...pero el dsentino juega conmigo...soy un juguete del destino y el miedo que corta mis costillas cada alba avanza vertiginosamente por mis venas, aquellos hilos invisibles que me mantienen atado como una marioneta.
Se que cortando esas ataduras seré solamente yo sin nadie más encima...pero dejaría de serlo...porque moriría mi tiempo y mataría mi destino.
¡Oh vida mía que no es mía! Vierte un poco de felicidad porque no razono un pensamiento más etereo que mi propia invasión y no soy más que una pluma que cae y que dejó de ser parte del cisne que fui alguna vez...sin las plumas el cisne imposible en el cielo se ve...y sin el cielo ¡Qué inevitable que me vea caer!
-septiembre 8, 1998, 1:30 AM-
La perspectiva del autor
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