inspirado en el fallido golpe de estado por parte de Gutiérrez, Solórzano y compañía
Vi mancharse las calles con huellas demoníacas,
vi acercarse las sombras
gemiendo deliberadamente.
Uno a uno caían los últimos escudos
como fichas de dominó,
eran hormigas gigantescas
que arrasaban con todo.
Sus manos empuñaban esvásticas
de sangre y vértigo,
se movían estrepitosas,
lujuriosas, jactanciosas.
Obedecían a un solo ruído:
el de las tres langostas.
La primera era ingenua
recién salida de su capullo,
era un monigote de las otras,
vestía de colores y era bastante mundana,
no hablaba el mismo idioma, a veces inventaba.
La segunda era una crápula,
tenía tantos huertos conquistados
como polvo en el desván,
su mirada era insolente
por encima de las nubes,
llevó el odre al punto máximo.
La tercera era la peor de todas,
Mandrágora, el alma del diablo burlón
que se aprovecha del insulso,
mantis religiosa que, excitada,
devora sus presas.
Derrumbaron palacios.
Juntas cercenaron pensamientos
y sus sarcófagos sangrientos
guardaron para siempre
sus vanos pensamientos.
Las tres langostas permanecieron allí,
inmutables, hasta que
el ejército de hormigas multicolores
tumbó palacio
y reconstituyó el poder
al león dormido.
-Enero 20, 2000-
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