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domingo, enero 25, 2009

Rimbaud



Un día caí en el infierno -no el de Satán-
me ahuyentaban los mares del puerto
formando lápidas de las aguas de un Leviatán,
pude haberle creído al velamen -osado espíritu muerto-.

Cuando, de súbito, Charleville magnánima, emergió;
era como regresar a Jerusalén Celeste, mi Solima Solar,
donde se conjugaban todos los mitos;
ahí estaban Prometeo, que arrepentido, sucumbió.

Pandora tentando a la vida,
y los iopodes persiguiendo una manada de zebras vírgenes,
el viejo Dionisio sentado en la cima,
cual estratega napoleónico contemplando su obra maestra.

Aquella temporada fuí irreverente conmigo mismo
y me cobijé con el manto de las pasiones,
lleno de jolgorio sexual me avalancé al abismo
y percibí lo que es tener la moneda de las traiciones.

Nunca vacilé ante el agreste desierto
que llena de coimas e idiotizada glotonería a los hombres.
Utilicé palabras sangrientas y combatí la mediocridad
y jamás posé mis ojos sobre las cortinas de las sombras.

Hubo un tiempo en que fuí mercader
y me jactaba a mis anchas en la árida Africa
de tribus, leones, colmillos de marfil
con el sol como testigo mudo.

Y lo admito, dejé muy pronto las letras;
y por siempre me sentí a medias,
se dice que me consumió una sífilis,
más bien fue el sueño que nunca soñé.

-agosto 10,2000-

La Perspectiva del Autor

El Poeta Maldito

2 comentarios:

Gabriella dijo...

wow.... Rimbaud... recordé haberlo nombradoen un escrito mío reciente... ke bueno volver a leerte!

Allan Oden Racoda (el lince rojo) dijo...

claro! es (junto a E.A.Poe) mi poeta favorito